¿Alguna vez has ido a un parque de atracciones y te has hartado de gritar y gritar y aun así te lo has pasado genial? Pues con Halloween pasa lo mismo. Se puede disfrutar del miedo de forma sana y segura, si lo hacemos más divertido. Además, el cerebro asocia este miedo a diversión cuando lo experimentamos en situaciones seguras (como un parque de atracciones).
Los disfraces son una excelente forma de que los niños trabajen la empatía. Pues les obliga a asumir ser otro personaje y actuar como ellos.
También les permiten reducir o perderle el miedo a la noche, a la oscuridad y a los monstruos. Si les explicamos bien que las personas van disfrazadas y que nada de los que ven es real, se puede ir trabajando poco a poco el miedo.
Podremos trabajar la creatividad, tanto para realizar un disfraz, para imaginarse historias de miedo, decorar la casa, etc.
Se podrá trabajar la socialización, sobre todo si los llevamos a una fiesta o hacemos un recorrido por el barrio para pedir caramelos.
Le enseñaremos valores cívicos y culturales. Tanto para llamar a una casa, como para conocer los orígenes culturales de una fiesta.